13 feb 2009

Cuando éramos felices

A Ricardo V.



Embriagados una tarde de besos y caricias.
Los minutos resonaban rápida y cruelmente en el reloj de tu muñeca.
¿Te acuerdas, Cuando no éramos mas que dos amantes desdichados, que buscaban en el otro lo que faltaba en nuestras vidas?
Titubeamos un segundo entre los espejos vigilantes.
Con las ropas aún puestas, sentados en la cama, envueltos en un aire de nervioso ímpetu restricto.
Yo, la que enfunda una niña de cara melancólica, trataba de oponerme a la naturaleza latente de mi cuerpo.
Tú, el hombre protector, siempre fuiste proclive a lo que la niña inquieta quería darte.
Y en un lapso de locura y de pasión, la niña caprichosa cedió a lo inminente, mientras los segundos no paraban de volar, de un lado a otro, y rebotaban en mi cuerpo.
Despojados de los trapos vulgares del día a día, nos tocamos, nos besamos, y ya la cama no era más que un objeto, los espejos mudos eran ya nuestros testigos, y así, después de la duda que nos poseía, fuimos presa uno del otro…

¿Qué queda en la piel después de amarse tan intensamente?
El olor de la embriaguez, el sudor y el deseo de tenerse un poco más de tiempo.
"Después de esto no seremos los mismos" – Dijiste.
Y aún seguimos sin serlo.

Deprisa, en los pasillos se refleja el candor del que no se tiene a diario.
Los besos furtivos son cosa habitual. Suspiros que se escapan de tu boca y de la mía, esa sed que se inscribe con fuego en nuestra piel. La manera de buscar el momento preciso para repetir la ocasión.

Fue otra tarde rápida y violenta.
Había que escabullirse en los rincones prohibidos, lo más pronto posible.
Una vez más, tú, yo, salidos de un cuento fantasioso… esta vez, con menos nerviosismo que la primera.
Con el tiempo en contra, el principal enemigo del amante que quiere que el momento sea perpetuo, fuimos torbellino y relámpago en una cama ajena.
Hubo un momento mágico, como siempre se da cuando se ama con el alma, y yo que disfruto esos instantes no quería que se perdiese.
Cada momento de piel descubierta es como hallar un tesoro nuevo. Cada beso a solas es un oasis en el desierto más árido y lejano. Así es como se sienten las mañanas de ambrosia que nunca probé antes, el momento sublime donde no hay ojos que observan, mas que los tuyos sobre mí.

¿Qué hay después de un lapso de ceguera, dónde todo es livianamente perfecto a los ojos ingenuos y llenos de ganas de saciarse?
Nos queda la lujuria detenida, alimentándose encubierta bajo todo lo conocido.

Yo pensaba en respirarte a cada momento, siempre el complemento de mi propia vida en ti. No sé que pensarías tú.

Por la noche, entre el ruido de la gente y las luces bailarinas, escuché el susurro más estremecedor.
Lo preciso luego de habernos entregado con tantas ansias que no se acaban.
Terminamos esa noche (después de tanto caminar) en un cuarto celebrando con más pausa que otras veces.
Siempre estuviste afecto al idilio de mis ojos, y yo no me dí cuenta.
El espejo ideal te alumbraba, era tarde cuando se trizó el reflejo.

La melodía de tu voz en mi oído, el sonar distractor de una radio FM con música de fondo.
"Enterrado en las sabanas hallé al dios de mi idolatría"
en el velador una coca-cola light y unas papas fritas a medio comer.
Todo era atrozmente perfecto. El vaivén de tus caderas y el jadeo de mis besos.
Turbados al comenzar del alba caíste sin más a mis encantos, mientras yo, la que siempre dudaba, cedí sin más a tus deseos.

¿Qué hay después de la noche, cuando entremedio de la carne se guarda un íntimo desvelo?
El palpitar del mediodía y un tormento enterrado en la mas tímida conciencia.
La historia se empieza a escribir…

Salimos sin mas al mundo que perplejo aullaba los cánticos de la rutina.
Tú en mí, yo en ti. Sin más testigos que nosotros mismos.
La calzada era serena y larga como una lágrima. Mis ojos no se querían apartar.
Esa misma noche, después de un agitado día, no quedó otro modo que hacernos juramento.
¿Te acuerdas de las veces que con soltura prometiste velarme y respetarme?
¿Los momentos en que decidiste tomarme por toda la vida?
Ha llegado nuevamente el instante en que renovarás tus votos, dichos a la luna y a mis expectantes oídos, que sin ninguna explicación creyeron en tus palabras.
Después de todo heme aquí, con el amor en una mano y la rutina en la otra.
No ha pasado mucho desde que la decepción golpeó a mi puerta, y yo sin poder detenerla he decidido hacerle frente, y ella a mí una prueba.

-Si son uno, uno serán para siempre. Estando fuera o dentro. No carcomo yo sus almas, son ustedes, eres tú, la que ha faltado a la promesa que entre dientes promulgaste la tarde de la espada y los espejos. Aquella tarde en que todo cambió para siempre.-

La armadura se te cae, o son mis ojos los que te desarman.
Ya mi concepción es pagar el alto precio que inferí al reclamarte mío.
Dejaste el corcel y el camposanto de tu pecho cuando entraste por la puerta sin anunciarte, y yo, mi alma impulsiva es decir, te avistó como el príncipe que no vió nunca.
Y la historia se sigue escribiendo…
Aunque ya no con sangre de mi lecho.

Fuimos felices miles de veces, aún ocultos entre los ojos que todo lo avistan.
Yo me hundo en tu sonrisa buscando el alimento de mi alma. Me guardo tus caricias más escasas cuando sin quererlo me convierto en aquel sueño.
Así, he venido respirando de tu aire, cada vez menos frecuente, cada vez desde más lejos.
¿Era más fácil cuando no te sabía mío?

Me remonto suavemente al recuerdo de tus labios, cuando no había nada más que una mirada sedienta. En tu templo profanado tracé mis ires y venires. Yo, ¡yo! La que divulgó en tu carne los placeres que no conocías. La que puso fin al vástago delirante de la soledad en tu piel.

1 comentario:

Nephalin dijo...

Hola Que triste relato pero explendio el reflejo de aquellos momentos vividos que quedarán ocultos en tus memoria y en lo que fue capaz de vivir tu piel y ver tus ojos.
Un gran saludo
me encanta como escribes, sabes soy tu gran admirador, cada dia me gustan mas tus letras,
pdta:Me gustaria poder conocerte en persona.
saludos