19 nov 2007

Confesiones de un Pederasta (última parte)

Han pasado ya cinco minutos.
Cinco minutos en el más absoluto infierno.
Sé que no tengo perdón,
no lo quiero por que sé que no merezco.
Esta maldita historia que se me va de las manos
ha transcurrido como un sueño en pesadilla,
cinco minutos van de tu partida
y me siento tremendamente sucio.

¿Que mas quisiera yo que me entendieras?
Que sólo quise que en mis brazos descanso tuvieras,
pero, como lo obvio...
ya ni mi carne es buena,
aquel que estuvo a punto de marcarte
si es que no lo he hecho ya con los hilos de la sangre.

No me imagino que es lo que haces solo
cuando cerraste la puerta y saliste de mi casa
niño triste... Debes estar deambulando por las calles
confundido y sombrío ¡como quisiera ayudarte!
Pero ya es demasiado mal lo que debes estar sintiendo allí
en el lugar donde se posa el corazón y la cordura
la razón, la confianza y la amargura.
Ve a casa chiquillo
que desde acá me huelo el olor a podrido
si el éxtasis te tapa la vista con vendas rosas
el miedo en tu rostro me sacó de las cuencas los ojos sin demora
para darme cuenta de que vivo mal, de que hice mal
y jamás te querría dañar.

¿¿¿Y a donde iré a parar???
Un, dos, tres pasos...
y del balcón me lanzo a tu rescate
la cuerda me ataja el vuelo...
¿¿Existirá un infierno en fuego para un pederasta??

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