21 nov 2007

Teatro interno

Se abre el telón. Millones de aplausos se abalanzan a poca luz.
La función comienza. Es el teatro por dentro y por fuera.
Su mejor escena es cuando sus venas corta con un cuchillo afilado, la utilería le pasa un puñal de plástico.
Si supieran cuantas veces lo ha intentado con uno de verdad.
Y aunque llore por dentro, su fluidez escénica es un talento innato. Jamás habrá alguien como él.
La obra transcurre entre desdichas para el actor principal. El personaje de José vive sumido en perdición y locura.
Ya próximo al desenlace, toma la rosa que se posa en el suelo y con nostalgia la acerca hacia su nariz. La gente del palco se emociona al verlo temblar cuando piensa en su doncella.
Corre hacia un rincón y con su propia fuerza se desgarra las ropas. Ya no quiere saber más del mundo.
Se apronta la mejor escena que ha hecho en su vida.
Toma el cuchillo y con el filo se destroza las venas. El público llora al desdichado protagonista de la historia.
La sangre fluye verdadera. No han hecho falta los litros de utilería. José a cambiado los puñales antes de interpretar el último cuadro.
Los ojos del resto del elenco se espantan y horrorizan.
Ya no hay nada más que hacer por él. José la muerte buscó entre las tablas que le dieron satisfacción, las tablas que tanto amaba.
El público no lo sabe, la obra está concluída.
Bajen el telón, apaguen la luz al salir.

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